Claridad sobre Chechenia

Claridad Chechenia
(Manifestación de miembros de la comunidad islámica por las calles de Granada, 13 de enero 1995; foto de Juan Antonio Palma)

Hasta finales de 1994, Chechenia era una remota república del Cáucaso de la que casi nadie había oído hablar. Desde entonces Chechenia ha aparecido, con sus pueblos destrozados y su población civil musulmana, en los medios de comunicación de modo casi permanente. Porque los chechenos son musulmanes desde el siglo VIII. Desde entonces, han luchado, con inigualable coraje, contra quienes han querido desposeerlos de sus tierras, incapacitarlos para autogobernarse. Han luchado por no ser reducidos al estado de esclavos económicos. Han sufrido, no sólo el traslado y reasentamiento, sino el genocidio, continuo y sistemático, de ciudades y pueblos enteros. Pero nunca han destruido su fuerza moral y su dignidad como seres humanos. La estrategia chechena sólo se pone al servicio de un único objetivo: la soberanía del Islam en el Cáucaso. Porque Ichkeria –como los chechenos llaman a Chechenia– comprende no sólo el territorio de la república, sino también casi todo el Cáucaso del Norte, parte de las provincias de Stávropol y Krasnodar y parte de la Transcaucasia.
A este respecto, no deja de ser curioso comprobar cómo la Comunidad Internacional se limita a considerar este conflicto como un asunto interno de Rusia o, lo que es lo mismo, como un residuo bolchevique, cuando, en verdad, se trata de un conflicto secular de la civilización ruso-ortodoxa-eslava contra el Islam (1), en el que los rusos –una vez más– lo destruyen todo a su paso. “no es casual –escribe Jünger en 1945, a propósito de un libro de Evelyn Wood– que el lado propiamente duro y doloroso de la guerra moderna –aquella de sus cualidades en la que ésta se convierte enteramente en sufrimiento– se anuncie de manera temprana y poderosa en todos los conflictos en que interviene Rusia”, porque Rusia es “uno de los grandes sufridores, un titán, un genio de la capacidad de padecer”, de donde “en su aura, en su círculo mágico llegará a conocerse el dolor de una manera que sobrepasa mucho todo lo imaginable” (2).
Por otro lado, la consideración del conflicto como asunto interno de Rusia contribuye a la consecución de una importante maniobra dilatoria: el dejar de mala manera en la estacada a los miles de desplazados que fluyen a las repúblicas vecinas (Ingusetia, Osetia del Norte y Daguestán, principalmente). Porque –como observó Ron Redmond, un empleado de ACNUR–, se trataba de “desplazados internos, y no refugiados, ya que no habían cruzado frontera internacional alguna, sino que permanecían dentro del territorio de la Federación Rusa. Como tales, no entraban bajo el mandato tradicional de ACNUR, y se requería que las peticiones para que la Oficina se involucrase proviniesen del gobierno de Moscú y del Secretario General” (3). De esta manera, se entorpece a discrección las operaciones “humanitarias”, justificándose falta de sincronía entre las partes.

Los rusos controlan prácticamente toda la república. Los chechenos no se rinden ante el acoso continuo del Ejército ruso, el cual sólo le permite apostar por acciones “a la desesperada” como las llevadas a cabo en Badionnovsk en junio de 1995, y en Kizliar, al oeste de Daguestán, en enero de 1996, y que el gobierno de Yeltsin manipula a su antojo, según intereses electorales. Así, pese a las carnicerías provocadas: entonces, en el hospital de Badionnovsk por el Ejército ruso, al intentar liberar a los rehenes rusos matando a muchos de ellos; y luego, en la aldea de Pervomaiskaia, exterminando, no sólo a los chechenos, sino a los rehenes, el gobierno de Yeltsin ha logrado extender por todo el país un peligro de inestabilidad, mediante la famosa teoría de la conspiración, lo cual le sirve, por un lado, de excusa o justificación para continuar ejerciendo el genocidio contra los musulmanes, tanto en la república chechena como en propio territorio ruso (sólo en Moscú, son varios miles los chechenos detenidos, sin disposiciones claras, y en algunos casos con malos tratos); y, por otro lado, le sirve para reprochar a la Comunidad Internacional sus críticas por su conducta en Chechenia. Como consecuencia de la manipulación informativa tras la carnicería de Badionnovsk, el triunfo diplomático más importante conseguido en Halifax (Canadá) fue el reescalonamiento de la deuda rusa durante 25 años.
En este orden de ideas, todo vale para descalificar a los chechenos. De modo que si los chechenos se adentran en territorio ruso para volver a reiterar al mundo entero sus demandas de que los rusos se retiren de su territorio y de que se negocie una solución política, esto es calificado inmediatamente como una “acción terrorista”. Ahora bien, si los rusos se adentran en territorio checheno e imponen una operación bestial de tierra quemada, “achicharrando” a su población, esto es calificado, por el contrario, como una iniciativa “liberadora” y necesaria para restaurar “el orden constitucional”. En fin: un viejo truco colonial.
¿Cómo se entiende los intentos rusos de dejar el peso de la operación chechena en manos del ministerio del Interior y los servicios secretos, si no es para referirse a la contienda como una “operación antiterrorista” en lugar de tener que admitir que se trata de una guerra colonial, subrayándose, por tanto, que es un asunto de orden público? Parafraseando a Jünger, puede decirse que la equiparación del soldado checheno con el criminal causa otro efecto además del que se pretende: discriminar al soldado checheno. Ese otro efecto consiste en que el criminal experimenta en igual medida un enaltecimiento y adquiere autoridad. El asesinato de musulmanes civiles chechenos se convierte en un medio de la política rusa, en una acción patriótica. El asesino ocupa el lugar del juez. Al final se producen situaciones como las que se dan en todas las provincias rusas, en las que son bandas mafiosas rusas o prorrusas quienes tienen la autoridad. Allí se ha conseguido la equiparación; el jefe de los mafiosos es siempre un general ruso.
En este contexto, es precisamente el silencio de la Comunidad Internacional lo que Rusia quiere, aun haciendo cínicos esfuerzos para distraer temporalmente la atención de Chechenia, como aquella moratoria o tregua militar que iba a entrar en vigor desde el 1 de mayo hasta el 12 de mayo de 1995, coincidiendo con los actos conmemorativos del fin de la II Guerra Mundial en Europa, y que fue rota el primer día. O aquella otra tregua de junio de 1996, en pleno trance electoral ruso, cuyos intentos negociadores, por ambas partes, en ningún momento fueron algo más que recursos electoralistas del equipo de Yeltsin. Por no hablar de la “supuesta” muerte de Dudáiev (todavía no aclarada y no dada por hecho: hay múltiples contradicciones al respecto).
Pero peor aún es la formación de un régimen títere prorruso, a fin de hacer cuña y establecer una falsa dialéctica frente a la misión de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE). El objetivo, de ambas partes, está muy claro: provocar la capitulación final de los musulmanes chechenos. En última instancia, este régimen títere prorruso, aun en el exilio, puede servir en todo momento de grillete. De hecho, ya se está viendo políticamente el asunto: tras el puro juego de personajes, ya se ha propuesto la posibilidad de un “referendum” para que los chechenos decidan si quieren la independencia total o si prefieren contentarse con una gran autonomía, la misma situación que tiene, por ejemplo, Tatarstán, frente al poder central de Moscú.
De alguna manera, se ha tratado de hacer ver que Chechenia es el precio que la Comunidad Internacional debe pagar para que Rusia siga su rumbo hacia su “democratización”. Es más, incluso EEUU ha dado un espaldarazo a Rusia al recurrir al denominador común de la integridad del Estado trazando una comparación entre la guerra de secesión norteamericana y la guerra en Chechenia.
Pero los musulmanes chechenos no quieren de Rusia una amplia autonomía dentro de la Federación al modo como la que ha recibido Tatarstán, a cambio de un gobierno “títere” impuesto por Moscú. Los musulmanes chechenos quieren plena independencia para su pueblo. Pero resulta que ahora cuando un pueblo decide transformarse en estado independiente, la Comunidad Internacional –como observa Carlo Pelanda– ya no apela al principio de autodeterminación de los pueblos, sino al principio de congelación absoluta de las fronteras (con la única excepción de la reunificación alemana), deseando, pues, que la Europa del Este mantenga la misma configuración que tuvo bajo el dominio soviético, y que la URSS no se desintegre. ¿Por qué? El mismo Carlo Pelanda responde: porque “la regionalización de Europa obstaculiza los requisitos de la ‘desnacionalización’ de los procesos de mercado” (4).
Por todo ello, Rusia ha sido admitida, pese al genocidio sobre el pueblo checheno, como el Estado nº 39 en el Consejo de Europa. Los argumentos que se emplean confluyen en la opinión de que Rusia tiene más posibilidades de desarrollarse por la “vía democrática” si está dentro de las instituciones europeas que fuera. Digamos que son condiciones exigidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) al gobierno de Yeltsin. Así se comprende, por ejemplo, el pacto conseguido con el Club de París (a finales de abril de 1996), cuyas negociaciones fueron dirigidas por el judío Oleg Davidov, y que supuso un acuerdo para reestructurar toda la deuda pública de Rusia, con un reescalonamiento de los pagos a 25 años, un período nunca aceptado por el Club de París que tenía fijado un límite de 18 años, y así poder gozar de una moratoria sobre la devolución del principal de su deuda hasta el año 2002 (5). Al mismo tiempo, el FMI concedía un crédito supermillonario destinado al desarrollo de los programas económicos y sociales, el segundo préstamos en importancia de la historia, después del facilitado a México a finales de 1994.
Pese a todo esto, los rusos tratan por todos los medios, una vez desaparecido el Pacto de Varsovia, no sólo de revisar el tratado con EEUU sobre armas convencionales, incumpliéndolo una y otra vez, sino de utilizar la guerra de Chechenia para personificar al enemigo musulmán y proyectarlo al exterior, a fin de que gracias a los musulmanes chechenos la sociedad rusa obtenga un enemigo real, visual, personificado, que sirva para cohesionarla. De ahí que se refuerce la presencia militar rusa en el Cáucaso, a fin de asegurar las expectativas de beneficios especulativos que eleven las cotizaciones de la actividad petrolífera. De esta manera, las multinacionales del petróleo sacan ganancias seguras de las vicisitudes de la guerra. De hecho, la privatización del sector ha engendrado un gigante financiero: el holding Lukoil que participa en los nuevos proyectos de explotación y extracción del crudo, teniendo como socio a British Petroleum (la BP) y a otras grandes compañías petrolíferas. La Comunidad Internacional, pues, también tiene en esta zona sus intereses en juego. No en vano, el líder de la mayoría republicana en el Senado de EEUU y candidato republicano para las elecciones presidenciales de 1996, Robert Dole, manifiesta que “los límites de la región que viene a ser el corazón de la producción petrolera mundial se han desplazado hacia el norte e incluyen los grandes depósitos de hidrocarburos del Cáucaso, Siberia y Kazajstán. En este ‘nuevo orden energético’, muchas de las más importantes decisiones geopolíticas tendrán que tener en cuenta la ubicación y las rutas para los oleoductos y gaseoductos”.
Así, en septiembre de 1994, las compañías norteamericanas (USA-moco, Unocal, Pennzoil y McDermott) se llevaron el 47% del llamado “contrato del siglo” en su lucha por el petróleo de Azerbaiyán, dejando el resto a participaciones de British Petroleum (BP), la noruega Statoil, la escoseca Ramco, la turca TPAO, el grupo saudí Delta-Nimir, y cediendo sólo el 10% del total a Lukoil (6).
Por otra parte, Rusia (con el apoyo de Kazajstán y el sultanato de Omán) aseguró con el desbloqueo en Almaty (la capital de Kazajstán) a finales de abril de 1996, la construcción de un importante oleoducto que irá desde la costa kazajstana del Mar Caspio hasta un puerto ruso del Mar Negro, cruzando Chechenia y Georgia. En el Consorcio del Oleoducto del Caspio (COC), un 50% de la participación corresponde a ocho compañías internacionales, entre ellas las norteamericanas Chevron y Mobil, las rusas Lukoil y Rosneft, y las británicas Agip y British Gas. En el otro 50%, Rusia tendrá el 24% y Kazajstán el 19%, aunque el resto de los socios soportará las inversiones financieras. Omán tiene un 7%, muy por debajo de sus aspiraciones iniciales (7). Por esta razón, y a fin de controlar la seguridad fronteriza, Rusia ha firmado un compromiso, un pacto de no agresión, con China y con Kazajstán, Kirguizistán y Tayikistán.
Por otra parte, si a este consorcio del petróleo añadimos el consorcio del diamante, tendremos el cuadro completo de los intereses de las oligarquías financieras y bancarias que operan en Rusia. Este consorcio, representado por la familia judía Oppenheimer a través de la multinacional De Beers, que preside actualmente el judío Julian Ogilvie, controla el 95% de la producción de diamantes en bruto de las minas rusas de Yakutia y Sajá. Pese a todo, Rusia –que representa el cuarto productor mundial, detrás de Australia, Zaire y Botsuana– no ha respetado las ventas directas a dicho consorcio y ha sacado al mercado negro, a través de órganos dependientes directamente del Gobierno de Moscú, una cifra superior a la permitida, según analistas del banco de negocios británico Warburg (filial de la casa matriz judía de los Warburg de Alemania). De donde, eludiendo de aquí en adelante cualquier participación directa del Gobierno ruso, se ha llegado a pactar un compromiso entre De Beers y Rusia, según el cual la Federación Rusa asume el control directo del 12% de las explotaciones, llevándose a cabo todas las conversaciones y transacciones por medio de la agencia Almazy Rossii-Sakha. Lo que se consigue con dicho pacto es, primer lugar, el aumento de los derechos de entrega a los productores, y en segundo lugar, la revalorización del precio del diamante (8), con todo lo cual el Consorcio Oppenheimer sigue teniendo el monopolio mundial.
En definitiva, la guerra de Chechenia –como ha dicho incluso Alexandr Lébed– no es más que una guerra por encargo y comercial. “Rusia no está dispuesta –según dice Peter Greste– a que ninguna pieza se mueva en su contra en su ‘extranjero próximo’, y menos cuando la amenaza porta la bandera del Islam” (9).
El consenso internacional, pues, respecto a la guerra de Chechenia –no podía ser de otra manera–, es total. Por tanto, la Comunidad Internacional hace la vista gorda ante los constantes bombardeos masivos, las ejecuciones y torturas de musulmanes chechenos, las operaciones de castigo y represalia que continúan sucediéndose, alentando, por consiguiente, esta guerra, a fin de poder impedir que el Islam permanezca en la zona. De tal manera, que esta guerra puede continuar cobrándose vidas durante años, aun desapareciendo de las páginas de los periódicos.
Pero, ¿quién que es un auténtico ser humano, no vibra con la energía, la potencia vital, con que las liebres chechenas ahuyentan a las águilas rusas?


Yasin Trigo
(Granada, 1995)






NOTAS


(1).- Ya León Tolstoi retrató el conflicto entre dos modos de vida, en dos novelas: Los cosacos y Hadyi Murad (Cd. traducción al castellano: León Tolstoi, Hadyi Murad –junto a La muerte de Ivan Ilich–, en Alianza Editorial, Madrid 1995). Cf. igualmente Mijaíl Lérmontov y su novela Un héroe de nuestro tiempo.
(2).- Ernst Jünger, Radiaciones (Diarios de la Segunda Guerra Mundial), Vol. 2, Tusquets Editores, Barcelona, 1992, p. 360.
(3).- Ron Redmond, “Financiar una emergencia: llamando a todos los donantes”, en la revista Refugiados, de ACNUR, nº 90, MAdrid 1995, pp. 10-15.
(4).- Carlo Pelanda, “La congelación del Este”, en El País, 1-7-1991, p. 4.
(5).- Cf. El País, 30-4-96, p. 59.
(6).- Datos citados por Francisco Herranz, “El petróleo azerí busca ruta segura a Europa”, en El Mundo, 5-12-1995, p. 25.
(7).- Cf. El País, 29-4-1996, p. 7.
(8).- Lola Fernández, “Australia amenaza romper el cartel de De Beers”, en El País, 24-3-1996, p. 18
(9).- Peter Greste, en El Mundo, 14-4-1995




Anexo

Historia abreviada de Chechenia

- 1936- Tras la Revolución Rusa se forma la “República Autónoma Socialista Soviética Checheno-Ingushetia”, esto significaba una cierta capacidad de autogobierno dentro de la URSS.
- El 23 de febrero de 1944 - chechenos e ingush son deportados de forma masiva a Siberia y Asia Central. Esta deportación es ordenada por Stalin como castigo por la “supuesta” colaboración del pueblo checheno e ingush con el ejército alemán.
- 500.000 chechenos e ingush fueron deportados en penosas condiciones. Más de la mitad perecen en el viaje.
- En el exilio forzoso son los chechenos los que mantienen con fuerza su cultura e identidad.
- 1957- El nuevo líder de la URSS, Nikita Kruschev(Stalin muere en 1953), restablece la “República de Chechenia e Ingushetia”
- En estos momentos los chechenos e ingush pueden volver a su tierra que en por esa época estaba ocupada por colonos rusos, georgianos y armenios.
- 1991 La República de Chechenia-Ingush proclama unilateralmente su independencia de Rusia. Se declara “República Chechena de Ichkeria”
- Moscú “aprueba” esta declaración de independencia. Eran los últimos momentos de la URSS y apenas se presta atención a esta declaración.
- Los ingush no aceptaron la proclamación de independencia y exigieron su separación del territorio ingush del resto de la República. Ingushetia se declara República Autónoma y forma parte de la Federación Rusa (Nombre que adquiere Rusia tras la desaparición de la antigua URSS)
- 1992- la separación de Ingushetia se lleva a cabo con la aprobación del Parlamento Ruso.
- 1992- Firma del tratado de la Federación Rusa al que Chechenia no se adhiere.
- 1994 - Chechenia funcionaba como si de un estado independiente se tratara, contaba con una independencia de facto, de hecho, de iure, de derecho.
- Diciembre 1994 el ejército ruso entra en Chechenia para poner fin al proceso de independencia iniciado en 1991.
- Causas del inicio de I Guerra Ruso-Chechena:
- El “problema checheno” imposibilitaba a la Federación Rusa llevar a cabo su ideario nacionalista y neo imperial
- Búsqueda de “enemigos externos” para que la población rusa olvidara sus problemas económicos y sociales; se utiliza el conflicto para desviar la atención de los problemas profundos y graves por los que atravesaba el país.
- Impedir que el “afán independentista checheno” se extendiera a otros territorios cercanos.
- Condicionantes geoestratégicos y geoeconómicos: Chechenia se encuentra en la frontera de Rusia con países muy conflictivos. Y por otro lado Rusia quería seguir con el control sobre oleoductos y gaseoductos que pasan por Chechenia.
- Rusia se encontró con una resistencia en Chechenia mayor de la que se esperaba.
- I Guerra Ruso-Chechena 1994- 96
- Solo una fuerza política respaldó las acciones militares llevadas a cabo en Chechenia
- Mandos militares expresaron su desacuerdo con la guerra que se estaba llevando a cabo en Chechenia.
- Los medios de comunicación rusos pudieron llevar a cabo su trabajo con una relativa independencia.
- Una minoría de la población rusa apoyaba esta guerra.
- 1996- “Milagro de Grozni” Las tropas chechenas derrotaron al ejército ruso y recuperaron el control de la capital y de las principales ciudades del país.
- Acuerdo de Paz de Jassaviurt- este acuerdo ponía fin a 20 meses de conflicto. El gobierno ruso acepta retirar sus tropas de Chechenia, se establece un periodo de 5 años durante los cuales se debía a proceder a “normalizar” la vida en Chechenia y se desarrolla una formula (no precisada) de autodeterminación que culminaría pasados esos 5 años (2001).
- 1997- se celebran elecciones en Chechenia supervisadas por la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) la cual certifica que no se registran irregularidades.
- Causas de inicio de la II Guerra Ruso-Chechena
- Despliegue de un movimiento guerrillero en Daguestán liderado por “Señores de la Guerra”
- Colocación de bombas en dos edificios de viviendas en Moscú atribuidos a la guerrilla chechena (Todavía hoy no se ha aclarado la autoría de estos atentados)
- Los chechenos se habrían convertido en “radicales islamistas” y esto entra en conflicto con el cristianismo ortodoxo ruso.
- Octubre 1999- el ejército ruso entra de nuevo en Chechenia y da comienzo la II Guerra Ruso-Chechena.
- El objetivo principal de esta nueva guerra era restaurar la integridad territorial de Rusia y cancelar los efectos de autodeterminación del Acuerdo de Paz de Jassaviurt.
- Diferencias con la I Guerra Ruso-Chechena:
- Si en 1994 solo un partido apoyaba las acciones militares en Chechenia; en 1999 solo una fuerza política (Yabloko) se opuso a esta intervención militar.
- La mayoría de la población rusa apoyaba al gobierno ruso en esta intervención de las tropas rusas en Chechenia.
- Los medios de comunicación rusos y extranjeros no tiene posibilidad de entrar en el país e informar de lo que allí estaba sucediendo. No existen unas mínimas condiciones de seguridad para los periodistas dentro del país. Ésta es una de las causas del silencio informativo sobre esta II Guerra Ruso-Chechena.
- Febrero 2000- El gobierno ruso anuncia la caída de Grozni.
- Junio 2000 - Moscú pone a Chechenia bajo administración presidencial directa y nombra a un presidente como cabeza de la administración chechena. Desde este momento existen dos gobiernos paralelos: el impuesto por Rusia y el elegido por el pueblo Checheno.
- 2003 Rusia cierra cualquier debate sobre la cuestión jurídica de Chechenia. Esta pasa a ser denominada República de Chechenia y forma parte de la Federación Rusa.
- La II Guerra Ruso-Chechena que comenzó en 1999 sigue hasta el día de hoy. Las hostilidades continúan en nuestros días, esto provoca muertes a diario e impide que Chechenia recupere la normalidad que un día tuvo.
- Hasta el año 2004 no se reconoce esta catástrofe como “Genocidio” por el Parlamento Europeo. A partir de este año cada 23 de febrero se celebra “El día mundial de Chechenia”

(Fuente: http://lauracasla.wordpress.com/historia-de-chechenia/)

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